La utilización de dióxido de carbono (CO2) en el campo de la medicina se remonta a los años 50. Sin embargo, no ha sido hasta la época actual cuando hemos presenciado nuevos usos de esta sustancia, también en los tratamientos estéticos.

La técnica de la carboxiterapia consiste en la aplicación de micro-inyecciones de dióxido de carbono a nivel subcutáneo para tratar problemas estéticos como la celulitis, las estrías o las pequeñas varices.


¿Cómo funciona?

Las agujas están previamente esterilizadas y conectadas a través de una manguera fina con un aparato que monitorea la dosis de CO2 suministrada y el tiempo de la inyección. Gracias a esto es posible trabajar de forma muy localizada para tratar áreas específicas como las caderas, las piernas, los glúteos o el abdomen.

Una vez que el CO2 se introduce en nuestro cuerpo, el especialista realizará un masaje manual con suaves movimientos circulares para distribuirlo mejor. Al entrar en contacto con los depósitos grasos, el CO2 anula su adherencia, haciendo posible que sean drenados y eliminados junto con otras toxinas a través del torrente linfático. Como resultado, la piel de naranja mejora notablemente, la micro-circulación se reactiva y la epidermis recupera parte de su firmeza y luminosidad.

Las sesiones de carboxiterapia suelen durar aproximadamente media hora y, dependiendo de los casos y de la zona a tratar, se estima que son necesarias entre 18-20 sesiones para lograr resultados satisfactorios.

La carboxiterapia es un tratamiento no invasivo y que apenas tiene efecto secundarios (pueden aparecer hematomas o retrasos en el ciclo menstrual). Con todo, no es aconsejable en el caso de personas con problemas de insuficiencia renal o respiratoria, epilepsia o mujeres embarazadas.