Hoy dedicaremos nuestro artículo diario a un consejo de belleza que a muchas de nosotras nos cuesta demasiado seguir: ducharse con agua fría.


Desde el mito de la fuente de eterna juventud, en todas las culturas el agua ha estado asociada a la vida y al renacer, pero también al hecho de rejuvenecer. Más allá de su sentido místico, bien es cierto que la ducha tiene una serie de efectos terapéuticos para nuestra salud y belleza que conviene conocer:

  • Revitaliza: reduce la sensación de fatiga y nos ayuda a estar más frescas y despejadas.
  • Mejora la circulación: el cambio de temperatura obliga a nuestro cuerpo a llevar más sangre a los tejidos y a los órganos internos. Un buen ejemplo es el problema de piernas hinchadas o flebitis. Para combatirlo, comienza tu ducha con agua fría desde los pies y ve ascendiendo lentamente el chorro. Un gesto tan simple como éste, estimulará la circulación de retorno.
  • Tonifica y reafirma la piel: los poros se cierran, volviéndose tu piel más uniforme y luminosa al instante. Al reactivarse la microcirculación en las capas más superficiales de la piel, ésta también se contrae causando un efecto reafirmante de forma inmediata.
  • Cabello sano y brillante: realizar el último aclarado con agua fría, sella la cutícula del pelo, consiguiendo así una melena brillante. Otra ventaja es que al estimular la circulación sanguínea en el cuero cabelludo, los nutrientes llegan mejor al folículo piloso, oxigenándolo y previniendo la calvicie.

Como es natural, esta práctica también tiene sus restricciones. Las duchas frías están desaconsejadas en personas ancianas, niños o en los días en los que hace mucho frío. Si estás constipada, te duelen los huesos o tienes la regla, tampoco deberías ducharte con agua fría.