Muchas personas tienen miedo a hacer ejercicio al llegar a la tercera edad. La actividad física debe adaptarse siempre a las condiciones de salud de cada individuo, pero a no ser que existan impedimentos graves, la práctica de ejercicio resulta siempre beneficiosa: disminuye el riesgo de sufrir enfermedades crónicas, ayuda a mantener estable la presión arterial y paliar los efectos del envejecimiento.
Actitud positiva
La actividad física regular eleva los niveles de endorfinas, noradrenalina y serotonina, lo que genera estabilidad de ánimo y favorece un sueño reparador. Además, mejora el rendimiento cognitivo en personas con demencia, aumenta los niveles de energía y la autoestima y reduce el riesgo de padecer depresión, ansiedad y estrés.
Fortalece el sistema inmune.
A largo plazo, el ejercicio regular ralentiza el envejecimiento y el debilitamiento del sistema inmunitario, protegiendo a las células T de la muerte programada y acelerando la autofagia, un proceso por el que se eliminan las células defectuosas.
Aumenta la capacidad cardio-respiratoria y reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.
La eficacia respiratoria mejora considerablemente con el ejercicio físico. También reduce hasta un 40% el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular y contribuye a mantener estable la hipertensión.
Mejora la coordinación, la postura y el equilibrio.
Esto a su vez disminuye el riesgo de caídas y lesiones que suelen ser habituales en la tercera edad.
Previene la osteoporosis.
El ejercicio en personas mayores de 65 años sirve para contrarrestar la pérdida de densidad en los huesos. Esto es algo muy importante sobre todo en el caso de las mujeres ya que a partir de esa edad, perdemos un 2% de densidad ósea cada año.
Mejora el funcionamiento del intestino.
Promueve el tránsito intestinal y la evacuación de los desechos corporales.
Previene el cáncer y otras enfermedades crónicas.
Diferentes estudios apuntan a que la práctica regular de ejercicio físico en la tercera edad dismuye el riesgo de desarrollar Alzheimer, diabetes, obesidad, enfermedades cardíacas o cáncer de colon.
Algunas precauciones:
- Siempre debes consultar al médico antes de iniciar una rutina de ejercicios o practicar algún deporte. Las pruebas de esfuerzo y el historial médico determinarán qué tipo de ejercicio puedes realizar y con cuánta intensidad. Además, el médico descartará la existencia de una cardiopatía coronaria.
- Practica siempre ejercicios de calentamiento antes de iniciar la rutina de ejercicio intenso. De esta manera favorecerás la elongación de las fibras musculares disminuyendo el riesgo de sufrir lesiones.
- No llegues nunca al punto de fatiga. El ejercicio físico en la tercera edad debe ser suave, de corta duración y con frecuentes descansos. Evita los deportes de impacto que puedan causar un daño en las articulaciones.
- No es recomendable hacer ejercicio muy tarde ya que se podrían alterar los ciclos de sueño.
- Por último, recuerda que la actividad física involucra unos requerimientos energéticos y debemos proporcionar al cuerpo nutrientes de calidad al seguir una dieta saludable y balanceada.