El mejor momento para disfrutar de una pieza de fruta es con el estómago vacío, bien de mañana al desayuno, como tentempié o como entrante de una comida.

La fruta tiene un 90% de agua. Además es rica en vitaminas, minerales y azúcar. Sus nutrientes se digieren con mayor rapidez y se convierten en una fuente inmediata de energía inmediata al ingerirse solos, ya que se asimilan con prontitud y pasan poco tiempo en el estómago. En cambio, si se toman después de una comida abundante en proteínas y carbohidratos complejos, deberán aguardar tu turno en el proceso digestivo.

Hay que tener en cuenta, además, que la digestión de las proteínas es más lenta que la de los carbohidratos complejos, y éstos tardan más en digerirse que los azúcares simples de la fruta. Para muchas personas esto no supone ningún problema, pero para otras que tienen digestiones lentas, la fruta puede llegar a fermentar provocando pesadez.

Los fenómenos de fermentacion provocan una elevación de la temperatura intestinal y la necesidad de un aumento de la irrigación sanguínea. Una situación que puede provocar la proliferación de una flora bacteriana patógena.

Por este motivo es preferible tomar fruta antes de las comidas, como entrante o entremés y no como postre, ya que así se asimilan mejor.

Sin embargo, hay algunas frutas que facilitan la digestión. Son una excepción: por ejemplo la manzana que tiene sustancias que ayudan a digerir mejor los almidones o la papaya y la piña, que favorecen la asimilación de las proteínas.

La papaya es una fruta originaria de América Central. Tiene una pulpa tierna y jugosa similar a la del melón. Además posee una enzima llamada papaína que facilita la digestión de las proteínas. Por su parte, la piña tiene bromelia, otra enzima digestiva. Por esta razón es recomendable comer ensaladas que contengan piña o papaya antes de una barbacoa o de una comida alta en grasas ya que propician una buena digestión.