El melanoma es un tipo de cáncer que se origina en unas células llamadas melanocitos, que son las encargadas de producir el pigmento de la melanina que da color a la piel, cabello y ojos. Puede aparecer en cualquier zona del cuerpo expuesta al sol y del rostro y, con menor frecuencia, en los ojos (melanoma ocular) o en las mucosas.

Cuando se detecta a tiempo el melanoma se puede abordar con diferentes tratamientos y llegar a curarse por completo, por eso es importante estar atento a la aparición de cualquier mancha sospechosa en la piel y, en caso de dudas, acudir al médico para tener un diagnóstico fiable.

Autoexamen de la piel

Es el primer paso para detectar la presencia de un melanoma. Solemos estar alerta cuando un lunar cambia de aspecto, pero sólo entre el 20% y el 30% de los melanomas se forman a partir de lunares ya existentes. El 70% – 80% restante aparecen en una piel aparentemente normal.

Para la exploración visual, los expertos recomiendan seguir el método A, B, C, D, E.

  • “A” de asimetría: los melanomas no son redondos u ovalados como los lunares normales, sino que suelen presentar formas asimétricas.
  • “B” de bordes irregulares: a menudo tienen bordes con relieve o protuberancias.
  • “C” de color: el color no es uniforme, puede variar de tono o intensidad.
  • “D” de diámetro: casi siempre tienen un diámetro superior a 6 mm.
  • “E” de evolución: cambian de forma, tamaño o color con el tiempo. Incluso pueden sangrar o picar.

Pruebas diagnósticas

Si identificas una mancha extraña deberías acudir a tu centro de salud. Allí tu médico de atención primaria realizará una inspección visual de la lesión para sacar sus conclusiones. Si sospecha de melanoma te remitirá a la consulta de un especialista dermatólogo para que realice una evaluación más exhaustiva, posiblemente utilizando técnicas como la dermatoscopia en la que se emplea un dispositivo con una lente de aumento para observar características de las lesiones que no son visibles a simple vista.

También puede optar por realizar una biopsia cutánea. En este caso extraerá una pequeña muestra de tejido y la enviará al laboratorio para confirmar el diagnóstico.

Las pruebas de imagen como la tomografía computarizada o la resonancia magnética son útiles para determinar si el cáncer se ha propagado a otros órganos del cuerpo.

Diferentes tipos de melanoma

No todos los melanomas son iguales ni tienen la misma incidencia.

El más común es el melanoma de extensión superficial que representa aproximadamente el 70% de los casos. Se distingue como una mancha pigmentada con bordes irregulares y varios colores.

Luego estaría el lentigo maligno considerado una lesión precursora del melanoma. Se desarrolla lentamente en áreas expuestas al sol como la cara y el cuello y es más común en personas de edad avanzada.

Aunque menos común que el melanoma de extensión superficial, el melanoma nodular abarca alrededor del 25% de todos los casos de melanoma. Es el subtipo más peligroso ya que tiene una evolución rápida y agresiva.

Los melanomas más inusuales son el lentiginoso acral (ALM) que se manifiesta en individuos de raza negra o asiática, generalmente en zonas difíciles de detectar como debajo de las uñas o en la planta del pie. Dentro de este grupo de lesiones poco frecuentes también está el melanoma amelánico (menos del 1,8% de los casos). Se caracteriza por ser una lesión apigmentada de color rosado o blanquecino, lo que hace que sea más difícil de detectar.

Si detectas la presencia de una mancha extraña en la piel, es importante que acudas cuanto antes a tu médico para descartar la presencia de un melanoma. Debes ser especialmente precavido si en tu familia hay antecedentes de cáncer de piel, si has sufrido quemaduras solares en el pasado o tienes un fototipo de piel clara.