En otras ocasiones os hemos comentado en el blog la importancia de proteger nuestra piel del sol y dispensarle una hidratación mayor ante las altas temperaturas veraniegas. Para aquellas personas que viven en zonas de interior y que no pueden ir a la playa, una de las formas más placenteras y saludables de refrescarnos es darnos un chapuzón en la piscina. Nadar es además un excelente ejercicio físico para mantenerse en forma, aliviar tensiones musculares, mejorar la circulación de la sangre, etc. Desde luego, en la época del año en la que más se disfruta es en verano. Sin embargo, no todo son ventajas. Si acudimos de forma asidua a la piscina nuestra epidermis puede resentirse, volverse áspera, hipersensible o, incluso, si no somos cuidadosas, contraer algún tipo de infección. En nuestro artículo de hoy te explicaremos cómo debes cuidar tu piel si eres nadadora o acudes con frecuencia a la piscina. Presta atención a estos consejos y disfruta sin problemas de tus baños.


Piel seca

El cloro que se utiliza para desinfectar el agua de las piscinas, reseca la epidermis en exceso, privándola de parte de sus aceites naturales. Esta condición puede agravarse por la acción de otros agentes externos como el sol (si la piscina es al aire libre).

Las pieles sensibles suelen ser las más afectadas. Algunos de los síntomas más frecuentes que se producen por el contacto contínuo con el cloro son picores, sensación de sequedad y tirantez en el cutis o descamación (xerosis del nadador).

Pasar largos períodos en el agua y después tomar duchas calientes empeora la situación ya que se evapora parte de la humedad natural de la piel, deshidratándose. La solución pasa por asegurarnos que nuestra epidermis recibirá humectación adicional. Puedes utilizar para ello cremas, lociones o aceites corporales después del baño. Ten en cuenta tu tipo de piel para elegir el producto más adecuado. Si es grasa o con tendencia al acné, te recomendamos usar cosméticos de base no-oleosa para no obstruir los poros. Si tienes un problema dermatológico serio como dermatitis u erupciones, debes consultar tu caso con un médico especialista y dejar de nadar durante algún tiempo ya que algunas afecciones de la piel pueden agravarse en la piscina.

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Sigue la siguiente rutina y disfruta de tus chapuzones veraniegos sin renunciar a la suavidad de tu piel:

  • Ducha previa: antes de entrar a la piscina es imprescindible ducharse para retirar la suciedad y el sudor corporal que podrían mezclarse con el agua. En todas las piscinas públicas encontrarás duchas destinadas a este fin.
  • Protección solar durante el baño: si la piscina es al aire libre, debes extremar la protección solar con un bronceador resistente al agua. El agua refleja parte de los rayos del sol triplicando su alcance. Gracias a este sencillo gesto prevendrás la aparición de manchas solares, quemaduras o melanomas.
  • Retirar el cloro: la mejor forma de hacerlo es tomando una ducha de agua tibia después de nuestras inmersiones (el agua fría no elimina el cloro y los baños prolongados con agua caliente pueden deshidratarla en exceso). Utiliza un gel nutritivo de fórmula líquida o cremosa, especial para pieles secas. 

    Una vez a la semana es recomendable también que realices una exfoliación con guante de crin o un gel de baño de textura granulada. De este modo, eliminaremos las células muertas y cualquier residuo de cloro que pudiese quedar adherido a la piel. Con todo, conviene no abusar de las exfoliaciones ya que sensibilizan la piel dejándola más desprotegida contra el sol.

  • Hidratar: una vez que termines de ducharte, seca tu piel a conciencia y extiende un producto hidratante según tu tipo de piel sobre rostro y cuerpo. Puedes usar fórmulas en leche o crema aunque te recomendamos elegir un producto de consistencia untosa para el cuerpo y una crema hidratante para el cuidado facial, ligera y con pantalla solar en tu cutis. Esta es, sin duda, la mejor forma de evitar que nuestra piel se reseque o se agrieta por la acción corrosiva del cloro.

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Hongos, tiñas e infecciones

Uno de los problemas dermatológicos más comunes que pueden darse al acudir a la piscina es el contagio por hongos.

Por lo general, las infecciones micóticas o fúngicas más frecuentes se dan en los pies. La onicomisosis es un tipo de infección muy habitual en las zonas de baño húmedas que, si no han sido debidamente desinfectadas o si no tomamos medidas, pueden causar la proliferación de gérmenes en la uña del pie. Lo más efectivo es prevenirlas extremando las medidas de higiene personal con el uso de chancletas y evitando el intercambio de toallas.

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Si los dermatofitos son los microorganismos que suelen contagiarse a la piel, las uñas y el cuero cabelludo, otras partes del cuerpo también pueden verse afectadas por el contacto con otro tipo de hongos: las levaduras. Atacan principalmente a las mucosas como la boca o la zona vulvo-vaginal. La Candida albicans, por ejemplo, provoca aftas bucales o llagas blancas en la boca. Algunas veces pueden proliferarse también en nuestras partes íntimas causando secrecciones anormales y dolor a la hora de orinar.

La tiña del cuerpo o herpes circinado se produce por contagio de animales como perros, gatos o roedores, y puede proliferarse en las aguas de la piscina si ésta no cumple con las medidas higiénico-sanitarias que se requieren. Suele manifestarse como una eczema de color rosáceo, con picor o descamación. Una vez más, para prevenirla se aconseja ducharse siempre antes y después de salir de la piscina y evitar el intercambio de toallas o bañadores.

Si sospechas que sufres cualquier tipo de infección, debes consultarlo cuanto antes con tu médico y dejar la natación por un tiempo. Los tratamientos más comunes son los llamados azólicos que se administran una vez al día sobre la zona afectada, aunque si la infección es interna pueden preescribirse también medicamentos por vía oral, dependiendo del diagnóstico de tu especialista.

Para aprender a cuidar tu cabello del cloro de la piscina, te recomendamos leer este artículo.