A día de hoy, la mayoría de las frutas y vegetales que consumimos son el resultado de un modelo productivo que prioriza la rentabilidad del producto sobre la calidad y el cuidado del medioambiente.

Esto explica por qué existen tantos monocultivos y herbicidas tóxicos como el glifosato.

Pero frente a esta forma de cultivar, la agricultura ecológica pone en primer lugar el respeto por la Naturaleza en todas las etapas de producción, manipulación y procesamiento de los alimentos. De esta forma se tienen en cuenta los ciclos naturales y la actividad biológica del suelo, usando un mínimo de insumos externos, evitando fertilizantes y plaguicidas artificiales.

Este tipo de agricultura utiliza métodos para reducir la contaminación del aire, el suelo y el agua, con el objetivo de optimizar la salud y los recursos productivos de las comunidades.

En un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) titulado «Wake up before it is too late: Make agriculture truly sustainable now for food security in a changing climate» («Despíertate antes de que sea demasiado tarde: hacer una agricultura verdaderamente sostenible para la seguridad alimentaria en el cambio climático»), cincuenta colaboradores se refieren a temas como la producción ganadera, el cambio climático, la importancia de la investigación y el uso de la tierra para alcanzar un sistema diversificado y complejo, basado en pequeñas explotaciones que usen métodos agro-ecológicos.

Este enfoque aporta grandes ventajas sociales, económicas y ambientales que si son fomentadas a nivel político, podrían garantizar la seguridad alimentaria, un modelo libre de transgénicos y diversificado.

Algunos puntos clave para conseguir esta transformación serían:

  1. Aumentar del contenido de carbono en el suelo y lograr una mejor integración entre la producción agrícola y ganadera. Aumentar, además, la incorporación de la agronomía forestal y la vegetación salvaje.
  2. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en la producción ganadera.
  3. Reducir los gases de efecto invernadero a través de zonas turberas sustentables, y el manejo de bosques y pastizales.
  4. Optimizar el uso de fertilizantes orgánicos e inorgánicos.
  5. Reducir los residuos a través de cadenas de comida.
  6. Modificar los hábitos alimentarios hacia el consumo de alimentos amigables con el clima.
  7. Reformar el régimen de comercio internacional para la alimentación y la agricultura.

Esto supondría un cambio rápido y significativo del actual modelo de producción industrial, basado en el monocultivo y excesivamente dependiente de insumos externos, hacia otro modelo de producción sostenible y que mejore la productividad de los pequeños agricultores.

El informe también se refiere a los tratados de libre comercio agrícola y señala que habrían producido el aumento de la concentración empresarial, en detrimento de los sistemas ecológicos locales.

Un mundo con hambre no es necesariamente un problema de producción de alimentos, sino de control del mercado. Cuánta más producción a gran escala de acuerdo a la rentabilidad, regulaciones permisivas y uso de transgénicos para volver más efectivo el proceso, mayores son los costos, y menores las posibilidades de acceder a los alimentos.

Por estos motivos es importante mantener un enfoque agro-ecológico, también como consumidores, y optar por cultivos basados en un modelo productivo que respete en medioambiente, garantice la seguridad alimentaria y apoye a los pequeños agricultores.