La miel es uno de los ingredientes más valorados en cosmética natural desde tiempos remotos. Los egipcios ya decubrieron sus propiedades medicinales hace cuatro mil años y la emplearon para hacer todo tipo de ungüentos y mascarillas. La civilización inca, los mayas y la Antigua China también fueron conocedores de las virtudes de la apiterapia. Hoy en día confirmamos científicamente los conocimientos que tuvieron todos estos pueblos: la miel tiene propiedades nutritivas, antioxidantes y bactericidas de increíble valor para el cuidado de la piel.


Los productos derivados de la colmena (jalea real, propóleo, polen) son los ingredientes fetiche de muchas fórmulas cosméticas actuales. Entre las propiedades dermatológicas que posee la miel destacan las siguientes:

  • Es muy nutritiva e hidratante: más de un 10% del contenido de la miel son aguas florales que se absorben rápidamente a través de los poros donde ejercen su acción humectante. Por este motivo las mascarillas de miel son muy recomendables en invierno, cuando las calefacciones y los cambios de temperatura resecan nuestro cutis.
  • Tiene propiedades desintoxicantes y bactericidas: diferentes estudios han confirmado las propiedades limpiadoras de la miel. Evita la proliferación de bacterias y limpia con suavidad la epidermis, siendo especialmente beneficiosa para las pieles sensibles.
  • Rejuvenece la piel: uno de los componentes presentes en la miel es el propóleo que tiene la capacidad de estimular la producción de colágeno y elastina, dos sustancias indispensables para la firmeza y juventud de la piel. El otro componente clave es la jalea real que estimula el metabolismo celular y aporta luminosidad.

El poder cicatrizante de la miel

Además de estas virtudes ya conocidas, un estudio llevado a cabo en el hospital Centre Hospitalier (CHU) de Limoges, Francia, ha demostrado que los vendajes con miel ayudan a reducir enormemente el tiempo de cicatrización de las heridas. Ghislaine Pautard, enfermera del área de investigación del centro, comenta que comenzaron a utilizar la miel en el Servicio de cirugía visceral y trasplantes en 1984, bajo las directrices del cirujano Bernard Descottes, entonces jefe del servicio.

El cirujano propuso a su equipo hacer investigaciones bibliográficas sobre el tema y observar los efectos de aplicar vendas de miel a los pacientes. Primero emplearon miel de flores, típica de la región.

“Después, una tesis sobre el poder antibacteriano de la miel, llevada a cabo en la Facultad de Farmacia de Limoges, demostró que los néctares de las plantas, sobre todo de la lavanda y el tomillo, tenían propiedades antibacterianas. Entonces vimos el interés que la miel tenía en la cicatrización” – comenta Pautard.

El estudio llevado a cabo en 1998 demostró que los pacientes tratados con vendas de miel cicatrizaban el doble de rápido. La técnica de la venda de miel varía según las diversas fases de la cicatrización, que son tres: la inflamatoria, la proliferativa y la de epitelización. “Observamos que la miel aceleraba la cicatrización en la segunda etapa sobre todo”, explica Pautard. Al comienzo de los estudios, la miel utilizada en el CHU de Limoges se compraba directamente a productores seleccionados y se analizaba para descartar que tuviera bacterias. “Pero hoy existe miel en tubos esterilizados mediante rayos gamma”, precisa la enfermera.

Sabemos que la miel posee propiedades antibacterianas vinculadas a su osmolalidad y a la producción de agua oxigenada. La glucosa-oxidasa, enzima secretada por las glándulas hipofaríngeas de la abeja, transforma la glucosa presente en el néctar en ácido glucónico, lo que resulta en liberación de agua oxigenada”, explica Pautard. “En cambio, aún ignoramos lo que sucede en las heridas”, agrega. Un grupo de investigación, compuesto por investigadores de diferentes centros de Limoges, están estudiando la fisiología de la cicatrización con miel, pero todavía no han revelado sus descubrimientos.