En el mercado actual podemos encontrar una gran variedad de productos skincare, pero no todos son iguales. Los cosméticos tienen como finalidad embellecer la piel proporcionando unos cuidados básicos de limpieza e hidratación, mientras que los productos de dermocosmética han sido diseñados para abordar una amplia gama de problemas cutáneos desde el enfoque de la salud y el bienestar.
¿Cómo surgió la dermocosmética?
La dermocosmética es el resultado de décadas de investigación científica en el campo de la dermatología y la cosmética.
No podemos atribuirle un solo “padre” o inventor a esta ciencia, pero uno de los investigadores que más contribuyeron a su desarrollo fue el Dr. Albert Klingman, un dermatólogo estadounidense conocido por su investigación pionera en el tratamiento del acné y otros trastornos de la piel.
A lo largo de su carrera, Klingman realizó una serie de descubrimientos que ayudaron a sentar las bases de la dermocosmética. Uno de los más destacados fue su trabajo con el ácido retinoico, una forma sintética de la vitamina A que demostró ser altamente eficaz para el tratamiento del acné. Este hallazgo en la década de los ’60 allanó el camino para la creación de una nueva generación de productos para el cuidado de la piel. Además, Klingman también realizó investigaciones importantes sobre el envejecimiento cutáneo o las necesidades de fotoprotección.
Algunos años después el laboratorio francés Pierre Fabre se propuso integrar los estándares de calidad farmacéutica en la fabricación de productos cosméticos. En lugar de centrarse únicamente en la estética, Fabre y su equipo comenzaron a crear nuevas fórmulas que no sólo mejoraban el aspecto de la piel, sino que además proporcionaban beneficios terapéuticos. Así, comenzaron a utilizar principios activos respaldados por investigaciones científicas y a someter sus productos a rigurosos estudios clínicos para garantizar su eficacia y seguridad.
Pierre Fabre lanzó al mercado una gran variedad de productos, desde tratamientos para el acné hasta cremas antiarrugas o protectores solares, abriendo el camino para que otras marcas de dermocosmética creasen sus propias líneas de investigación.
Ventajas de los productos de dermocosmética frente a los cosméticos convencionales
Los cosméticos que podemos encontrar en perfumerías o grandes superficies comerciales no tienen nada de malo, pero los productos de dermocosmética ofrecen una serie de beneficios adicionales que no poseen los primeros:
- Cuidado integral de la piel: no sólo la embellecen, sino que también brindan protección y soluciones terapéuticas para diferentes problemas de la piel como acné, rosácea o pigmentación irregular.
- Eficacia probada: los productos de dermocosmética se desarrollan en laboratorios farmacéuticos bajo estrictos controles de calidad, lo que demuestra su eficacia para mejorar la salud de la piel a largo plazo.
- Mayor seguridad y tolerancia cutánea: a pesar de que los cosméticos convencionales son seguros para la piel y su uso ha sido autorizado por organismos reguladores, la seguridad de los productos dermocosméticos es todavía superior ya que han sido formulados para minimizar el riesgo de irritación y sensibilidad cutánea. Sus fórmulas suaves y libres de fragancias hacen que sean adecuados incluso para las pieles más delicadas.
¿Qué otros aspectos debemos tener en cuenta al comprar productos de dermocosmética?
Antes de comprar este tipo de productos es importante que conozcas tu tipo de piel y sus necesidades específicas. Por ejemplo, las cremas y lociones empleadas para el cuidado de la piel sensible son diferentes de las que usamos para el cuidado de la piel grasa y con tendencia al acné.
Además, debes tener en cuenta que los productos de dermocosmética están disponibles exclusivamente en farmacias o establecimientos especializados. Esto garantiza que los estamos adquiriendo en lugares de confianza donde nos puedan informar y asesorar sobre cómo y con qué frecuencia aplicarlos.