Como cualquier ser vivo las plantas sintetizan los compuestos químicos que obtienen a partir de los nutrientes del suelo. Este proceso se llama fotosíntesis, una reacción química en la que la planta es capaz de producir glucosa a partir de la luz solar y del dióxido de carbono. Las plantas usan luego esta glucosa para producir otras moléculas orgánicas como aminoácidos, lípidos y fosfolípidos.

A partir de estas moléculas la planta generará diferentes compuestos orgánicos (por ejemplo, los terpenos que se generan a partir de la oxidación de ácidos grasos).

Los compuestos fitoquímicos son capaces de producir reacciones en los organismos vivos (principios activos). Si estas reacciones son positivas, por ejemplo, aliviar los síntomas de una enfermedad, se dice que es una “planta medicinal”. Si, por el contrario, causan un daño en la salud, se dice que es una “planta tóxica”.

Los principios activos varían en concentración dependiendo de diferentes factores como la época del año, el momento de recolección o la parte de la planta que hemos seleccionado (flores, hojas, raíz o tallo). La flor es la máxima expresión de la energía transformadora de la planta, pero muchas veces pensamos erróneamente que es la más aromática. En realidad, las resinas, las raíces o la madera suelen concentrar más el aroma (también depende del tipo de planta), pero en general estas sustancias son muy valoradas en aromaterapia por sus propiedades terapéuticas.

La importancia de controlar las dosis.

Los principios activos de las plantas son compuestos químicos naturales que las plantas producen como mecanismo de defensa o para atraer insectos o animales. Pueden ser alcaloides, glucósidos, aceites esenciales, flavonoides y saponinas, entre otros. Son responsables de la actividad biológica y medicinal de la planta, y actúan en función de la dosis.

Estos compuestos son benéficos en dosis adecuadas, pero pueden ser tóxicos en dosis excesivas. Por ejemplo, una dosis baja de un alcaloide mejora la circulación sanguínea. Sin embargo, en dosis excesivas, este mismo alcaloide puede ser tóxico y causar arritmias cardíacas o incluso la muerte. Por lo tanto, es importante seguir las indicaciones de uso aún cuando se trata simplemente de plantas medicinales.

Diferentes tipos de principios activos.

Los principios activos se dividen en:

  1. Alcaloides: estos compuestos incluyen morfina, cafeína, estricnina y quinina. Actúan sobre el sistema nervioso central y pueden ser muy tóxicos si se administran de forma incorrecta. Si se administran en las dosis adecuadas, tienen efectos analgésicos o estimulantes.
  2. Bioflavonoides: son compuestos fenólicos con propiedades antioxidantes o antiinflamatorias. Abundan en las flores amarillas y, si se producen de forma artificial en laboratorio, se llaman simplemente “flavonoides”.
  3. Mucilaginosos: compuestos suaves, viscosos y gelatinosos que se encuentran en algunas plantas. Se usan como protectores de la membrana mucosa.
  4. Taninos: son compuestos polifenólicos con propiedades antimicrobianas, cicatrizantes y antiinflamatorias.
  5. Aceites esenciales: son compuestos volátiles utilizados en aromaterapia por sus propiedades antisépticas, relajantes, cicatrizantes o analgésicas (entre otras).

Tipos de plantas según sus propiedades medicinales.

Las plantas se pueden clasificar según la reacción que producen en el organismo. Así tendríamos:

  • Plantas antisépticas: lavanda, tomillo, salvia… Gracias a su alto contenido en taninos y aceites esenciales, desinfectan y calman la inflamación local.
  • Plantas antifúngicas: ajo, orégano, tomillo… Combaten los hongos.
  • Plantas cicatrizantes: hipérico, manzanilla, consuelda… Ayudan a cicatrizar las heridas poco profundas.
  • Plantas sedativas: manzanilla, tilo, azahar… Contribuyen a la relajación del sistema nervioso y tienen un efecto antiespasmódico digestivo.
  • Plantas astringentes: hamamelis, romero, nogal, ortiga blanca… Tienen la capacidad de contraer los tejidos y evitar el flujo excesivo de fluidos. Se utilizan para tratar problemas de la piel como el acné, diarreas (uso interno) o úlceras estomacales.
  • Plantas antiinflamatorias: árnica, caléndula, malvavisco… Ayudan a aliviar los síntomas de enfermedades inflamatorias crónicas como el asma, la artritis o el eccema. También reducen la hinchazón que se genera a partir de una lesión. Son ricas en taninos, azulenos o mucílagos.
  • Plantas emolientes: rosa, sauco, nogal, malva… Se usan a menudo en productos para calmar, suavizar y nutrir la piel. Gracias a su alto contenido en mucílago y pectinas son capaces de retener el agua y mantener la hidratación de los tejidos.

Espero que te haya parecido interesante esta información. No olvides leer a menudo nuestro blog para aprender más sobre los usos y propiedades de las plantas medicinales.