La obesidad es una enfermedad crónica tratable, multifactorial y multicausal que se corresponde con una alteración de las funciones del tejido adiposo en su capacidad para almacenar grasa corporal, tanto cuantitativa como cualitativamente.
Según el estudio «Obesity Update» realizado por la OCDE en el año 2017, España es el segundo país europeo con mayor tasa de obesidad entre la población adulta, sólo superado por Reino Unido. Una realidad que se vuelve aún más preocupante teniendo en cuenta que, según el último informe de la Sociedad para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), sólo el 17% de la población española que realmente sufre de obesidad reconoce las graves consecuencias que esta condición puede provocar en su salud.
Tipos de obesidad
Podemos diferenciar dos tipos de obesidad en función de las zonas anatómicas donde se almacena la grasa corporal:
- Obesidad central o androide: la grasa se acumula en el tronco (barriga). Es el tipo de obesidad más grave ya que nos predispone a sufrir complicaciones metabólicas (como la diabetes tipo 2 y las dislipemias).
- Obesidad periférica o imoide: la grasa tiende a almacenarse de cintura para abajo. Las personas que sufren este tipo de obesidad suelen tener con el tiempo problemas de articulaciones.
Otro tipo de obesidad que puede afectar mucho a la calidad de vida de los pacientes es la obesidad mórbida. Para tratarla es necesario recurrir a la cirugía ya que las dietas no suelen dar buenos resultados.
Existen dos técnicas quirúrgicas diferentes para abordar la obesidad:
- Restrictivas: consisten básicamente en reducir la capacidad del estómago para que el paciente no pueda ingerir grandes cantidades de alimento (balón intragastrico, banda gástrica y gastrectomía tubular o vertical).
- Reseccionistas o malabsortivas: son técnicas mixtas en las que, además de un grado de reducción gástrica, se modifica el intestino delgado para que el alimento no pase por una parte del mismo (by pass gástrico, cruce duodenal o derivación bilio- pancreatica). Son técnicas más complejas pero también más eficaces en el control y mantenimiento de la pérdida de peso. Además, es la más indicada en el caso de pacientes con diabetes tipo 2.
La obesidad no sólo afecta al cuerpo.
Es importante entender que en los casos graves de obesidad no sólo se altera el aspecto corporal. La saciedad y el balance energético se regulan por un sistema neuroendocrino redundante que se integra a nivel del hipotálamo. Un estudio publicado en Trends in Cognitive Sciences mostró que la corteza prefrontal del cerebro, un área que es importante para el pensamiento complejo, la planificación y el autocontrol, es menos activa en las personas que tienden a comer en exceso, lo que puede llevar a la obesidad y al aumento de peso.
Parece que existe una conexión entre la obesidad y el funcionamiento de nuestro cerebro aunque aún queda mucho por investigar en este sentido. Sólo sabemos que la obesidad es una enfermedad que debe ser tratada desde el enfoque de diferentes profesionales de la salud, pues cada paciente y cada caso es un mundo y no todos responden de forma óptima al mismo tipo de tratamiento.