El ajo (Allium sativum) es una planta herbácea bulbosa perteneciente a la familia de las liliáceas, al igual que el puerro o la cebolla. Probablemente llegó a Oriente Próximo hace unos 4.000 años desde Asia Central. Existen registros de su uso en India y Egipto hacia el 3.000 a. C.


Actualmente lo conocemos por ser un ingrediente típico de la dieta mediterránea. En España hay más de 26.000 hectáreas dedicadas al cultivo de ajo la mayoría en Castilla La Mancha, según datos de la Asociación de Productores y Comercializadores de Ajos (ANPCA).

Valor nutricional del ajo.

100 gramos de ajo contienen:

  • 149 kcal.
  • 33,06 gramos de carbohidratos
  • 6,36 gramos de proteína
  • 0,5 gramos de grasas
  • 0 gramos de colesterol
  • Vitaminas A, B, B2, C
  • Minerales, principalmente: fósforo, potasio, calcio, azufre, selenio, germanio, alicina, magnesio, hierro

Miguel Ángel Martínez Olmos, miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) comenta que: “El ajo contiene cantidades significativas de algunos macronutrientes como el manganeso, la vitamina B6, la vitamina C y el selenio, y es bajo en calorías. Es rico en polifenoles y otras sustancias antioxidantes que aumentan más en el ajo negro (obtenido a través de una transformación del ajo blanco a temperatura y humedad constantes)”.

El bulbo posee alrededor de un 1% de aminoácido azufrado aliína, que se convierte en alicina (o disulfuro de dialilo) cuando se machaca. La alicina y sus derivados, los ajoenos, son los responsables de su sabor y olor tan característicos.

Además, también contiene aminoácidos proteinógenos, diferentes compuestos sulfurados (principalmente bisulfuro de alilo), quercetina, fructanos (principalmente inulina), minerales (calcio, potasio, manganeso, selenio) y vitaminas.

Un conocido remedio natural.

Aparte de ser utilizado como condimento en la cocina, el ajo se empleó durante siglos en la medicina tradicional por sus propiedades curativas.

Hipócrates lo recomendó para tratar problemas respiratorios, digestivos y parásitos. También se sabe que la Edad Media los monjes masticaban dientes de ajo para protegerse de la peste y durante las dos guerras mundiales de siglo XX, ante la escasez de antibióticos, se utilizó ajo para evitar que las heridas de guerra se infectaran.

Los beneficios saludables del ajo se deben sobre todo a su alto contenido en antioxidantes.

Los ajos tienen propiedades:

  • Antioxidantes
  • Antisépticas
  • Antimicóticas
  • Antivirales
  • Anticancerígenas
  • Depurativas
  • Hipoglucemiantes
  • Hipolipemiantes
  • Hipotensoras

El ajo ayuda a prevenir infecciones.

La gran cantidad de antioxidantes presentes en el ajo fortalece el sistema inmunológico, protegiendo al organismo frente a todo tipo de infecciones. Un estudio publicado en 2015 demostró que comer algo de ajo todos los días de la semana contribuye a reforzar nuestras defensas frente a virus y bacterias oportunistas.

La aloína que se encuentra en los dientes de ajo es un compuesto natural con propiedades antibióticas y ayuda a prevenir la proliferación de bacterias como estafilococos y E-Coli.

Mejora la sintomatología de las enfermedades respiratorias.

Investigaciones recientes han podido demostrar que el ajo también es un descongestionante y expectorante natural. Es especialmente útil para aliviar los síntomas de la bronquitis y de la tos aguda.

Un estudio publicado en la revista Advance Therapies asegura que un suplemento diario de ajo reduce la cantidad de resfriados en un 63 % en comparación con un placebo.

Eso sí, el consumo de ajo no sustituye los medicamentos recetados por el médico.

Mejora la salud cardiovascular.

La Fundación Española del Corazón publicó varias investigaciones sobre los efectos beneficiosos del ajo en la salud cardiovascular.

Tiene propiedades hipotensoras e hipolipemiantes, esto quiere decir que es beneficioso para pacientes hipertensos o con problemas de colesterol.

La Universidad de Shandong en China publicó 26 trabajos evaluando su utilidad para reducir el colesterol malo (LDL).

Además, el ajo también es útil para prevenir la arteriosclerosis. Gracias a su alto contenido en vitamina B, reduce los niveles de homocisteína, una sustancia que endurece los vasos sanguíneos. Por otra parte, el ajoeno previene la formación de trombos, que son coágulos que se forman en el interior de los vasos sanguíneos obstaculizando el flujo de la sangre.

¿El ajo ayuda a prevenir el cáncer?

El ajo es rico en germanio y otros antioxidantes con propiedades anticancerígenas.

Un estudio publicado en la revista American Journal of Clinical Nutrition, Vol. 84, No 5, 1027 – 1032, en noviembre de 2006, menciona que las personas que comen con frecuencia, ajo y cebolla tienen menos probabilidades de desarrollar ciertos tipos de cáncer.

Otro estudio publicado en la revista Antioxidants relaciona el consumo regular de ajo con una reducción del cáncer de próstata, esófago, laringe, ovarios y células renales.

Aun así, y a pesar de las propiedades anticancerígenas que se le atribuyen al ajo, a día de hoy el Instituto Nacional del Cáncer no recomienda ningún alimento o complemento alimenticio como remedio natural para prevenir la enfermedad.

Precauciones en el consumo de ajo.

Los mayores beneficios para la salud se atribuyen al ajo crudo, especialmente al consumirlo picado o machacado. Sin embargo, algunas personas con escasa tolerancia a este alimento pueden sufrir estar estomacal si lo consumen crudo. En este caso, es mejor cocinarlo, aunque se pierda parte de su valor nutricional.

Además, un consumo excesivo de ajo puede ser perjudicial en pacientes que toman anticoagulantes como warfarina (Coumadin, Panwarfin) o aspirina. Esto se debe a que el ajo es un antiagregante plaquetario, por lo que su consumo excesivo podría potenciar en efecto de estos fármacos.