En la época de nuestros tatarabuelos la esperanza de vida no superaba los 50 años, pero no se debía a que la gente no pudiera superar esa edad, sino a que las tasas de mortalidad infantil eran muy elevadas y cualquier infección podía matarte. Una persona que entraba en un quirófano, tenía una posibilidad entre tres de sobrevivir y a menudo las infecciones más graves como las septicemias sólo se podían contener amputando. Suena escalofriante, pero es algo que nos ayuda a entender el impacto de los antibióticos en la sociedad actual, considerados como el mayor logro de la medicina moderna.


Gracias a los antibióticos la esperanza de vida de la población aumentó hasta los 78 años entre las décadas de los 50’ y 80’. Por eso, la aparición de bacterias fármacorresistentes constituye una gran amenaza para la salud pública. Muchas enfermedades que antes eran tratables se han vuelto difíciles de curar debido a la aparición de estas nuevas cepas. Esto incluye enfermedades respiratorias, del tracto urinario o de transmisión sexual. Por ejemplo, una neumonía podría no responder bien a los medicamentos disponibles o una cistitis (una infección bacteriana muy común en mujeres) podría volverse intratable o necesitar medicación por vía venosa.

La causa principal de la resistencia a los antibióticos es su uso excesivo o inadecuado. Todos tenemos algo de responsabilidad y también somos parte de la solución.

¿Por qué se produce la resistencia a los antibióticos?

En el año 1928 Alexander Fleming descubrió el primer antibiótico: la penicilina que logró salvar las vidas de miles de personas durante la Segunda Guerra Mundial. Luego llegaron las sulfamidas y a día de hoy tenemos cientos de antibióticos que se clasifican en diferentes categorías y sirven para tratar todo tipo de infecciones.

No todos los antibióticos actúan de la misma manera. Por ejemplo, la penicilina provoca un debilitamiento de la pared celular de los microorganismos hasta que mueren. En cambio, las tetraciclinas inhiben la síntesis de proteínas evitando su proliferación.

Algunos antibióticos se usan para tratar una gran cantidad de infecciones y se conocen como “de amplio espectro” mientras que otros sólo atacan tipos muy específicos de bacterias. Lo que sí tienen en común todos los antibióticos es que fueron creados para prevenir y curar enfermedades de origen bacteriano. Infecciones víricas como la gripe, las bronquitis o la sinusitis no responden bien a los tratamientos con antibióticos.

Fleming ganó el Premio Nobel en 1945 por su revolucionario descubrimiento y advirtió ya del riesgo de que las bacterias se volviesen resistentes al antibiótico si se utilizaba de forma generalizada en la población. Diez años después comenzaron a presentarse los primeros casos de resistencia a la penicilina.

Todos los antibióticos comienzan a perder eficacia en el momento en que se utilizan de forma masiva. Las infecciones causadas por bacterias fármacorresistentes son muy difíciles de tratar. Cuando ya no funcionan los fármacos de primera línea es necesario recurrir a otros más caros o con más efectos adversos. Los pacientes oncológicos o inmunodeprimidos son los más vulnerables cuando los medicamentos fracasan.

Un problema de salud a nivel mundial.

Los antibióticos están perdiendo su eficacia a un ritmo alarmante. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho un llamamiento para advertir de una de las mayores amenazas para la salud a nivel mundial.

La resistencia a los antibióticos se cobra las vidas de 700.000 personas al año y si no se revierte la tendencia podría llegar a los 10 millones de muertes anuales en 2050, convirtiéndose en la primera causa de mortalidad y superando a otras enfermedades como el cáncer.

Además, sin antibióticos eficaces para el tratamiento de las infecciones muchos de los avances de la medicina moderna están en peligro.

“La resistencia a los antibióticos está poniendo en riesgo los logros de la medicina moderna. Si no disponemos de antibióticos eficaces para prevenir y tratar las infecciones, los trasplantes de órganos, la quimioterapia y las intervenciones quirúrgicas se volverán más peligrosas” – señalan expertos de la OMS.

Otra consecuencia indirecta es el elevado gasto sanitario. La resistencia a los antibióticos obliga a los profesionales de la salud a recurrir a otros medicamentos más caros y prolonga las estancias en los hospitales. Se calcula un coste anual de 1.500 millones de euros en Europa (unos 150 millones en España). Pero… “No todos los países u hospitales tienen acceso a los costosos antibióticos de última generación. Las dificultades para acceder a estos antibióticos son más frecuentes en los países de renta baja y renta media, lo que complica su capacidad de atender a pacientes que necesitan recibir tratamiento” – comenta Ernestina Repetto, asesora de enfermedades infecciosas en Médicos sin Fronteras.

¿Por qué ha aumentado tanto la resistencia a los antibióticos?

El Plan de Acción Mundial sobre la resistencia a los antimicrobianos señala que las bacterias fármacorresistentes están proliferando rápidamente debido al uso inapropiado de los fármacos.

La resistencia antimicrobiana es un proceso natural, pues los microorganismos causantes de las enfermedades mutan con el tiempo y se vuelven resistentes a los medicamentos. Pero el uso indiscriminado de antibióticos en los últimos años está acelerando el proceso. Cada vez tomamos más antibióticos y cuando son necesarios, por lo general, el beneficio es mayor que el riesgo. Pero demasiados antibióticos, utilizados de manera imprudente pueden ocasionar resistencias. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) calculan que de cada 3 recetas de antibióticos 1 no es necesaria.

Cuando un antibiótico es utilizado por un núcleo extenso de población elimina las cepas de bacterias no resistentes, permitiendo únicamente la proliferación de aquellas cepas cuyas mutaciones anulan su efectividad. Estas bacterias resistentes efectúan un intercambio de plásmidos (ADN bacteriano) dando lugar a superbacterias que apenas se ven afectadas por la acción de los antibióticos. Luego, continúan propagándose de persona a persona por transferencia horizontal hasta convertirse en un verdadero problema de salud.

La pandemia de COVID-19 contribuyó a agravar más la situación ya que muchos pacientes afectados de coronavirus recibieron también antibióticos para el tratamiento de infecciones secundarias. “Este aumento masivo de los antibióticos sin duda contribuirá al crecimiento de bacterias resistentes” – comenta a OpenMind Manal Mohammed, microbióloga de la Universidad de Westminster.

Por otra parte, el 66% de los antibióticos se usan en animales de granja. Estos fármacos pasan a la cadena alimentaria y al agua contaminando el medioambiente. Es un proceso difícil de controlar debido a las diferencias de legislación de los países.

Ejemplos de bacterias resistentes a los antibióticos.

La resistencia con frecuencia está ligada a una bacteria y a un antibiótico específico. Por ejemplo, el Staphylococcus aureus (SARM) es una cepa diferente de estafilococo que ya no responde a la meticilina.

Otros ejemplos serían:

  • La tuberculosis resistente a la isoniazida y a la rifampicina (tuberculosis multirresistente).
  • Las infecciones por Escherichia coli (E. coli) y Klesbsiella resistentes a casi todos los antibióticos conocidos actualmente.
  • La gonorrea (ETS) resistente a las cefalosporinas.
  • La resistencia a los antipalúdicos como la cloroquina que se está generalizando en muchos países donde el paludismo es endémico.

¿Cómo se propagan las bacterias fármacorresistentes?

Las bacterias fármacorresistentes se contagian de la misma manera que las no resistentes:

  • Mediante el contagio directo de persona a persona cuando una de ellas está infectada, tenga o no síntomas.
  • De animales a personas, sobre todo a través de las heces del ganado que consume antibióticos.
  • Por contaminación cruzada, es decir, al comer comida contaminada.

¿Cómo se detectan?

Mediante pruebas de laboratorio como el antiobiograma (cultivo) o pruebas de secuenciación del genoma del AND bacteriano.

¿Quiénes tienen más riesgo?

  • Pacientes oncológicos en tratamientos de quimioterapia.
  • Pacientes con enfermedad renal avanzada y en tratamiento de diálisis.
  • Pacientes a los que se le ha practicado un trasplante o cirugía mayor.
  • Pacientes inmunodeprimidos o con VIH
  • Pacientes de la tercera edad

Según el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos 2019-2021 cada año mueren 33.000 personas en Europa por culpa de infecciones hospitalarias, causadas por bacterias fármacorresistentes y 4.000 de estas muertes ocurren en España. Aunque según el Registro Hospitalario de pacientes afectados por la resistencia bacteriana, impulsado por la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) la cifra podría ser diez veces superior a la indicada por organismos oficiales.

¿Qué podemos hacer para combatir la resistencia a los antibióticos?

La resistencia a los antibióticos supone una amenaza cada vez mayor para la salud pública mundial y requiere de medidas conjuntas por parte de los gobiernos y de la sociedad.

Las medidas que han demostrado ser eficaces para reducir la propagación de infecciones son la vacunación, el lavado de manos y la protección en las relaciones sexuales.

Además, debemos utilizar los antibióticos de manera responsable. La mayoría de las infecciones que afectan a la nariz garganta son de origen vírico por lo que tomar antibióticos no sirve de mucho. Muchas personas no comprenden esto y piden antibióticos cuando no los necesitan. Nunca se debe presionar al personal sanitario y por supuesto no hay que automedicarse ni compartir medicamentos con otras personas. Además, hay que manipular los alimentos siguiendo las medidas higiénico-sanitarias recomendadas.

Antibióticos de nueva generación ¿son eficaces contra las bacterias fármacorresistentes?

A medida que aparecen nuevas cepas y mutaciones de bacterias resistentes a los medicamentos, la medicina avanza en la creación de fármacos más eficaces.

Algunos ejemplos:

Las investigaciones no se detienen y, posiblemente, cuando leas este artículo existirán muchos más antibióticos de nueva generación. Sin embargo, si no cambiamos nuestros comportamientos actuales no tardarán en aparecer nuevas cepas resistentes a esos fármacos. Seamos responsables en su uso siguiendo al pie de la letra las indicaciones de los profesionales de la salud. Todavía estamos a tiempo de detener las nuevas pandemias.